Será una cursilería o un invento de una lumbrera del márketing, pero ya que tenemos a la vuelta de la esquina el día de San Valentín, voy a romper una lanza en favor de lo que celebramos este día: el romanticismo.
Con el día de San Valentín pasa como con la Navidad, que se nos llena la boca del propósito de vivir ese sentimiento todos los días del año, pero en cuanto termina, a otra cosa mariposa. Y mi teoría sobre el romanticismo es que es inversamente proporcional a los años que lleva junta una pareja.
Es decir que, de repente, han transcurrido cinco, diez, veinte años con tu pareja, y un buen día te das cuenta de que hace ya tiempo se acabó lo que se daba: adiós regalitos inesperados, adiós viajecitos, adiós gestos cariñosos, adiós sorpresas de esas que te animan a buscar en el fondo del armario (muy, muy al fondo) ese conjunto de lencería que te compraste en un momento de arrebato erótico-festivo.
Adiós, romanticismo.
Y entonces yo, en particular, me doy a la novela romántica como me podría dar al alcohol, por poner un ejemplo. Va por temporadas, eso sí: hay épocas en las que reconozco un cierto enganche y busco, leo o releo todo lo que tengo a mano (Lisa Kleypas, Courtney Milan, Julia London, Susan Elizabeth Phillips, etc, y de las nacionales, Elisabet Benavent, Laura Norton, Ruth Lerga…). Luego siempre llego al punto de saturación y lo dejo por un tiempo.
Me desintoxico, por decirlo de alguna forma.
Eso me suele ocurrir cuando empiezo a perder la noción de la realidad y me siento un poco estafada con esas historias: ni somos tan guapos(as), ni tenemos esos cuerpazos(as), ni hacemos el amor todos los días (¡ja!), ni el amor es siempre tan maravilloso.
Así que, volviendo al invento del día de San Valentín del que confieso me he burlado, renegado, y criticado años y años… me declaro, a partir de ahora, ferviente defensora. Si el tiempo y la rutina ha aplastado el romanticismo en tu pareja, me parece estupendo que exista un día que nos recuerde que un pequeño chute anual de cursilería amorosa no viene mal de vez en cuando.
¡Viva San Valentín y El Corte Inglés que lo parió!
P.D (Y me niego a poner una lista de ideas para celebrarlo porque ese ejercicio, personal e intransferible, también forma parte de la liturgia que se merece este día.)
¡Apúntate a mi newsletter!
Te contaré una vez al mes historias de amor a los libros,
a la cultura, a la vida.
¡No te pierdas nada!
¡Te has suscrito bien! Confirma tu suscripción en el correo que te acaba de llegar.