Me encanta leer de todo, siempre que sea bueno (o al menos, que esté bien escrito, aunque luego el libro no colme mis expectativas), y según las épocas, he leído más o menos novela romántica. Soy de la opinión de que hay muy buenas escritoras dentro de este género, tan buenas como en la novela policíaca, o en la de suspense, por citar géneros populares últimamente. También es cierto que me he encontrado con mejores escritoras extranjeras de novela romántica que españolas, aunque ya hay algunos buenos ejemplos patrios.
En general, pienso que es un género menospreciado, no ya de segunda categoría sino de tercera o menos, aunque no a nivel de ganancias para la editoriales: la novela erótica está de moda desde las famosas “Sombras de Grey” y se vende como churros (a pesar de que, en mi opinión, la escasa calidad de los libros va en detrimento del género), y la romántica tampoco goza de mala salud. Personalmente, me gusta más la romántica tal y como es ahora, con escenas de sexo más explícitas de lo que eran antes, pero con el amor como eje fundamental de la historia.
Todo este rollo viene a colación de que a veces me pregunto por qué me enganchan tanto las novelas románticas si, en la mayoría de los casos, las protagonistas poco tienen que ver conmigo, por tiempo o por edad, ya que en el romance histórico rondan los veinte y en la romántica contemporánea, están en la treintena. Y de los protagonistas ni te cuento… aunque es cierto que puestas a soñar, vamos a hacerlo con George Clooney o algún espécimen similar. Sé que en temas de amor, sea cual sea nuestra edad, todas soñamos o aspiramos a vivir una historia de amor apasionado, encontrar al amor de nuestra vida y todo eso… pero se supone que con cuarenta y tantos tacos, felizmente casada y con hijos, eso ya lo has encontrado (o lo encontraste y a lo mejor, la cosa ha decaído un poco y necesita un programa de reanimación, pero ese es otro tema), así que supongo que la respuesta es: nos gusta revivir una y otra vez la sensación de enamorarse, de sentir esas emociones tan mitificadas por nosotras en torno al amor romántico y visceral. Somos adictas a las mariposas en el estómago, vamos.
Digo esto porque hace tiempo le doy vueltas a historias en las que las protagonistas sean algo más mayores, treinta y tantos, cuarenta y tantos, y no sean jóvenes, guapas y solteras (y menos mal que ya no suelen ser vírgenes, salvo las protagonistas de las novelas de romance histórico). Es decir, más cercanas a nuestra realidad de “mujeres como nosotras”, donde hay desde mujeres separadas o divorciadas (muchísimas), viudas, casadas infelices, o casadas algo desencantadas, casadas que necesitan darle más vidilla a su matrimonio.
Y sin embargo, cuando leo comentarios a reseñas de este tipo de novelas con protagonistas más “maduras”, (pienso en Las mujeres casadas no hablan de amor, que me pareció deliciosa, o Mírame a los ojos, preciosa aunque agridulce) parece que no gustan tanto. También es cierto que todas esas jóvenes de treinta o menos, ávidas lectoras de romántica, no les deben atraer demasiado este tipo de historias, pero a las mujeres como nosotras sí ¿o no?
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