Las canciones de mi vida (I)

Todos guardamos una lista de canciones memorables, esas que sonaron en momentos significativos de nuestra vida y se han quedado ahí, en el almacén de la memoria más duradera, la que nos acompaña hasta el final. La primera fiesta de nuestra adolescencia en la que bailamos con el “chico que nos gustaba”, un concierto de rock de uno de tus cantantes favoritos, una noche en blanco en casa de una amiga, lo que sonaba en aquel coche en que nos perdimos un verano por Asturias,  la canción de nuestro desamor, y la del siguiente amor, y las muchas que escuchaste a a solas en tu cuarto, y la de alguna que otra decepción… ¡hay tantas!

He dedicado un buen rato a bucear por Spotify y Youtube en busca de aquellas canciones que formaron parte de mi primera juventud y que todavía hoy cuando las escucho, me traen imágenes y sensaciones de entonces. Ese es el gran poder de la música, parecido al de esos olores que nos trasladan, como en un tobogán, hacia un momento de nuestro pasado.

África, de Toto

La asocio a un verano precioso de mis quince o dieciséis años en el pueblo, cuando cada tarde nos reuníamos la pandilla en casa de mi amiga Mamen a escuchar música y hablar, todos desperdigados por el suelo,  y esta canción sonando una y otra vez.

Y de esos años, la primera canción lenta que bailé con un chico en una fiesta: All out of love, de Air Supply. Yo, tensa como un palo. Muerta de vergüenza. Ahora puede sonar empalagosa, pero en aquellos momentos, nos parecía de lo más romántica. 

Y otros que tienen el poder de llevarme a aquellos años son You can’t hurry love, de Phil Collins,  cuando no sabía qué hacer con mi cuerpo, con mis pies, con mis manos ni con mi falta absoluta de ritmo…

… y Boy George, con Do you really want to hurt me, que escuchaba tirada en el suelo del salón de mis padres, con los cascos puestos (porque el equipo de música era de mi padre y no me dejaba llevarlo a mi habitación), pendiente de la llamada por teléfono de mi prima, con quien hablaba horas y horas, para disgusto de mi padre.

Cuando cumplí diecisiete años a mi padre lo destinaron a Indonesia. Sí, sí. Muy lejos. Y allá que nos fuimos todos con él. En aquel entonces, Indonesia era el paraíso de la primera música pirata en forma de casetes guardados en fundas acolchadas muy chulas,  y recuerdo recorrer el mercadillo local embarrado a la caza de los hits de mis cantantes preferidos. De aquella época me quedan varios, pero sobre todo Cindy Lauper con Time after Time que podía escuchar diez veces seguidas (todavía hoy podría hacerlo),  Martika con sus Toy Soldiers y  Pat Benatar , que me encantaba; de entre todas sus canciones, siempre que suena We belong, me veo en la pequeña playa paradisíaca de Merak, en Java, en el día de Navidad.

Cadillac Solitario, de Loquillo

Ay, el cadillac…. cada vez que la oigo me veo con unas amigas de vuelta de una fiesta,  cantando a voz en grito (maltratándola, diría yo) como si fuéramos las Loquillas de turno… ¡Nenaaaa!

Llanto de pasión, de El último de la fila

El Último de la Fila fue mi grupo español preferido en mis veinte años. Me sabía todas sus canciones y todavía hoy me emociono con ellas porque me vienen un montón de sensaciones de entonces: de los años en la facultad, de alguna reunión en un edificio okupa de Embajadores donde vivía una compañera de clase, de las largas jornadas de viajes en autobús, guiando grupos por Marruecos…

Y sí, mi primer concierto en el rockódromo de Madrid. ¡Joe Cocker! Y Unchain my heart. 

Cada vez que suena Nothing compares to you de Sinnead O’Connor estoy en Barcelona, un fin de semana de otoño, despidiéndome de un precioso amor de verano, fugaz pero intenso (más por mi parte que por la suya).

Me gustas tú, Manu Chao

Un tiempo después lo conocí a él. Nos gustaba Manu Chao (todavía nos gusta). Nos gustaba El café de la selva (ya desaparecido) y los viejos cafés de Madrid. Nos gustaba Malasaña, y Huertas, y la zona de Bailén, y los pequeños restaurantes exóticos, y las almonedas de El Rastro, y la tarta Sacher (más a él que a mí, pero ya sabéis cómo va eso…).

Seguro que me he olvidado de más de una que en un momento dado, vendrá a mi memoria. No están todas las que son, pero son todas las que están, esas que todavía hoy me remueven por dentro cuando las escucho y las empiezo a cantar casi de manera inconsciente.

Y para vosotras, ¿cuáles son vuestras canciones memorables?

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2 comentarios en «Las canciones de mi vida (I)»

  1. Me has hecho rejuvenecer casi 30 años!!!
    Justo estoy viendo ahora en el telediario, como unas niñas llevan 20 días acampadas para ser las primeras en entrar al concierto de su “idolo musical”
    Ay si se nos hubiera ocurrido plantear en casa que ibamos a dormir en la calle para entrar las primeras…… a mi me habrían cadtigado sin ir al concierto por “descerebrada”.
    ??
    Bueno, lo dicho, que me acabas de sacar varias sonrisas y algo de nostalgia.
    Besos.

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    • Jajaja! Yo también disfruté mucho recordando y escribiéndola, Gloria. ¡Aquellos maravillosos años de juventud! Y tienes razón… en aquel momento había clubs de fans y esas cosas, pero creo que a nadie se le ocurría dormir en la calle para ir a ver a sus ídolos musicales, aunque las verdaderas fans sí que hacían otro tipo de locuras, supongo. Todo cambia y nada cambia. 🙂
      Me alegro de compartir “nostalgias” contigo. Un abrazo!

      Responder

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