Momentos

Las recetas exóticas de Alma

Unas amigas me han pedido que les dé las recetas de algunas de las comidas que cocina Alma en mi libro La estúpida idea de dejarte marchar, así que aquí van.

Las recetas son: el Pad Thai a mi estilo, Pollo al Curry Verde, y la del guacamole, que es más de mi marido y le sale buenísimo. Son muy fáciles de preparar.

(Las fotos no son mías; no soy buena haciendo fotos a mis platos. Además, siempre se me olvida)

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Pad Thai a mi estilo

El Pad Thai es el plato típico tailandés. Riquísimo. Lo más difícil de encontrar es la salsa de tamarindo. Cuando volvimos de Tailandia me traje varios sobres pero cuando se terminaron me tuve que buscar la vida. Ahora he visto en grandes superficios que ya venden la mezcla de especias con tamarindo en frascos o en sobres, así que es mucho más sencillo prepararlo.

Ingredientes para 4 personas

  • 1 paquete de Tallarines de arroz
  • 1 pechuga de pollo
  • 4 gambones
  • 1 huevo
  • 100 g. de brotes de soja
  • un poco de cebollino
  • Un puñadito de cacahuetes machacados
  • 2 cucharadas de salsa de soja
  • 2 cucharadas de azúcar moreno
  • 2 cucharadas de aceite girasol
  • Sobre o mezcla para pad thai.
  • sal
  • Lima

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De retos y propósitos

Captura de pantalla 2015-11-09 a las 20.01.26Desde hace mucho tiempo, cada año me reservo un momento para mí entre Año Nuevo y Reyes para pensar en lo que me gustaría hacer el año que comienza. La típica lista de retos o propósitos, vamos. Empecé haciendo listas bastante largas y quizás algo difusas (tipo: ser feliz… mmm ¿feliz? ¿qué significa eso? ¿no lo era ya?). Luego, gracias al entorno laboral en el que he trabajado mucho tiempo, empecé a elegir, reducir y concretar mucho más mis propósitos. Tenía una lista para mis retos profesionales, otra para mis retos personales y otra para mis retos en relación con los demás (familia, amigos, etc). Un poco lío, lo sé. Todavía eran demasiados y lo normal era olvidarme de la mayoría de ellos antes de acabar enero.

Quisiera decir que he conseguido no marcarme objetivos para este año. Que lo que haga o consiga, bienvenido sea. Que si de verdad quiero algo, iré a por ello, con objetivos o sin ellos. Que viva la emoción y lo inesperado a la vida ¿verdad?

Pero yo soy incapaz porque me conozco. Necesito tener unas mínimas líneas marcadas y, ya si eso, salirme de ellas para luego regresar. Por eso, ahora me fijo dos o tres propósitos, no más. Dos mejor que tres. O uno, incluso. Propósitos que sean realmente significativos y puedan marcar una diferencia en mi vida entre hacerlos y no hacerlos (el de hacer más deporte lo he dejado por imposible; sé que es bueno para mi salud, pero estoy aburrida de incumplirlo año tras año, lo cual significa que no me motiva lo suficiente). Propósitos que pueda cumplir y que, al echar la vista atrás a finales del 2016, pueda decir: me lo propuse, hice esto o aquello para conseguirlo, funcionó o no funcionó y lo conseguí (o quizás no). Pero que no se queden en las típicas buenas intenciones.

Uno de ellos va a ser reforzar mi relación de pareja. Los hijos, los trabajos, la rutina, las aficiones respectivas… mil cosas nos distraen cada día, impidiéndonos estar cerca en todos los sentidos. Y esas cosas se notan, sobre todo después de más de veinte años. De repente un día, lo miras y piensas que no hay diferencia entre estar con él o sin él. Y ahí empieza lo malo, como diría Javier Marías. El amor, si no se cuida, se escurre por mil rendijas de nuestra vida cotidiana, y vuela a su aire como un globo que se ha escapado de nuestra mano.

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Recuperar espacios propios y personales

Espacios personales

Hace un tiempo (no tanto), me di cuenta de que en algún momento de mis treinta años había aparcado aficiones, intereses y lecturas porque mis prioridades entonces eran mi trabajo, mis hijos, mi familia. Dejé de lado mis espacios personales.

Hablándolo con distintas amigas coincidíamos en que cuando las mujeres conseguimos sacar algo de tiempo libre, corremos a casa a dedicarlo a nuestros hijos. Los hombres, por el contrario, cuando tienen tiempo libre, suelen tomárselo para sí mismos (para hacer deporte, para quedar con otros, para lo que sea). No es un problema de ellos, es que nosotras solemos renunciar a esos espacios personales en favor de nuestra familia. Hasta que los hijos (por suerte), crecen.

Cuando entré en la cuarentena, con mis hijos menos dependientes de mí y un trabajo en el que había perdido motivación, empecé a recuperar viejos hábitos y aficiones. Fue un proceso lento, como un desperezarse tras una etapa de “hibernación intelectual” tras la que, casi sin darme cuenta, fui dando pequeños pasos en ese sentido:

tazasRecuperé antiguas amistades. Eso de quedar con una amiga o amigas, tomarse algo por ahí, o ir a alguna exposición, charlar de todo y de nada, reírse mucho y bien un rato, es impagable. No sólo te das cuenta de que las buenas amistades perduran a pesar de los años, sino que además, vuelves a casa con la sensación de estar conectada de nuevo a la vida social, al mundo.

Sustituí la tele por la lectura. Dejé de apoltronarme en el sofá después de acostar a los niños, salvo que emitieran alguna de mis series favoritas  (Juego de Tronos, TheGoodWife, Breaking Bad, Mad Men…). Recuerdo que cuando arrancó la primera temporada de Juego de Tronos, era incapaz de esperar al siguiente capítulo, me moría por saber cómo continuaba, así que compré el libro y lo devoré en unos días. Y luego tuve que seguir con el resto, por supuesto. Por lo demás, la programación televisiva me aburre. Volví a leer de manera habitual, cada noche. Incluso pedí un ebook por mi cumpleaños (¡yo, que había sido defensora acérrima del papel, que iba a las librerías y me dedicaba a olisquear los libros a escondidas!) y a día de hoy puedo decir que ha sido el mejor regalo que he tenido en muchos años. Con el ebook leo en cualquier sitio donde deba esperar, en el dentista, en el banco y hasta en la cola del supermercado. Cuando algunas amigas me dicen “a mí me siguen gustando más el tacto del papel”, yo respondo que a mí también, pero por encima de eso, me gusta leer historias, independientemente del soporte donde las lea.

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Una de cuarenta y tantos

Cuarenta y tantos_Mujeres como nosotrasNunca creí que diría esto: me gustan los cuarenta. En mi imaginario eran la última frontera, la última oportunidad, el inicio del descenso tras haber tocado no sé qué cumbre. Y de repente estoy aquí y… oye, ¡qué bien me siento!

Mis 20 fueron bastante inseguros e indecisos, llenos de esas contradicciones tan típicas como presumir de libertad para luego ser prisionera de tus propios miedos. Los 30 son una estafa, queridas. Entre la maternidad responsable, el desarrollo profesional y la quimera de la conciliación, te pasas esa decena corriendo de un lado a otro como gallina sin cabeza, pendiente de todo y de todos, intentando demostrar que somos profesionales exitosas, buenas madres, mejores esposas y mujeres diez, aguantando el tirón de las libidos siempre desacompasadas entre tu pareja y tú.

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