Momentos

10 señales de que me hago mayor

10 señales de que me hago mayor

Cumples años y de pronto te das cuenta de que te haces mayor. Pero de verdad. Ya no es tan positivo, ni suena tan guay. De hecho, hay una serie de señales que te avisan de que empiezas a estar un poquito “fuera de onda” a pesar de que tú te ves estupenda. Ni caso, tú, feliz. Leer más

Volver

Vuelvo y el aire de mi ciudad me recibe con extrañeza, como si guardara algún secreto nuevo, como si quisiera presumir de todo lo que ha cambiado en mi ausencia. Un … Leer más

Todo cuanto amé en 2016

Un año intenso, este 2016 al que ya hemos dado carpetazo y olvido. Yo todavía estoy cerrando flecos, recuperando notas, aquilatando lo vivido. Mucho. Y vuelvo a echar mano de mi apreciada Siri Husvedt a quien robo una vez más el título de una de sus novelas, para condensar doce meses de viaje personal, con las sensaciones a flor de piel. Sin orden ni concierto, esto es todo cuanto amé en 2016:

Ese estado de hervidero interno constante. De dudas y certezas. Los desvelos creativos en mitad de la noche. Los intentos fallidos. Los prometedores.

Ese acto íntimo, el de escribir que decía Marta Fernández, el de entregarse a las palabras como el que se abandona en un cuerpo ajeno. Y el de atraparlas cuando se te escurren en el camino que va de la cabeza a los dedos. Dudando de todo, hasta de si aceptas solo sin acento (qué remedio). El masoquismo creativo de padecer gozando o gozar sufriendo.

Saltar de la cama, feliz, sea la hora que sea. El primer café. Y los dos o tres siguientes. Atisbar el día que hará a través de la cortina. Mi desayuno en silencio y el primer abrazo de la mañana de un adolescente adormilado. Que se nos hagan mayores y vernos en ellos. Que me sorprendas, todavía.

La Central en Madrid, y el despliegue de notas en una pequeña mesa esquinera de su café (¿te acuerdas?) El tacto de mi Kindle nuevo, su luz cuando todos duermen. Buscar refugio en los libros, y encontrarlo en un buen puñado: en Diarios de Gil de Biedma —«Escribir no salva, como creían Proust et alia y como desearíamos todos, pero sí que alivia», dice entre sus páginas—, y en alguno de sus libros de poemas (inevitable leerlos, después de amar sus intimidades y obsesiones); después vendrían el discurrir de la vida de Dos amigas en los cuatro libros de Elena Ferrante; la ternura desolada de Intemperie, de Jesús Carrasco; la fantasía de El nombre del viento y El temor de un hombre sabio, de Patrick Rothfuss, hasta llegar, in extremis, las últimas semanas de diciembre, al doloroso Tan poca vida, de Hanya Yanahigara. Y entre medias, otros muchos, pero sobre todo, las novelas románticas que tanto me gustan y que reseñé a menudo en este blog.

Leer más

El espíritu de las navidades presentes

Decoración navideña Lo hablábamos hace un par de semanas mis amigas y yo, a unas horas más bien intempestivas de la noche (así que puede que desvariáramos un poco entre mojitos y gominolas, perdonadme si es así): esto ya ni es Navidad ni es nada. Es un sucedáneo de tradición. Una excusa para comer sin medida y gastar sin remordimientos. Un envoltorio de brillos y luces casi vacío en su interior. El señor Scrooge ha regresado de su tumba para reírse de nosotros y del espíritu de las navidades presentes.

Supongo que tener niños pequeños ayuda a mantener un poco más la magia de estas fechas. Nos reunimos alrededor de ellos por el simple placer de ver sus caras de asombro, su ilusión ante esos regalos que aparecen como caídos del cielo —ya sea a lomos de camellos o de un trineo tirado por arces—. Con ellos parece que nos bastan esos pequeños detalles para que todo merezca la pena.

Después, los niños crecen y dejan de hacer listas de regalos porque tienen tanto que ya no saben qué pedir, salvo dinero; creo que no hay nada que deseen con la misma fuerza con la que lo deseábamos nosotros entonces, sin tanto a nuestro alcance, ni tampoco les preocupa aquella incertidumbre nuestra de saber si se cumplirían nuestros deseos o no: ellos no tienen ninguna duda.

Leer más

Permiso para ser imperfectas

captura-de-pantalla-2016-11-30-a-las-23-10-11
Foto de Inge Morath. Clase de belleza. NY 1958

Me he dado permiso para ser imperfecta.
No ha sido fácil: he tardado varias décadas de mi vida en conseguirlo. Demasiado tiempo para aceptarme y sentirme cómoda conmigo misma, con mi cuerpo, mis aspiraciones, mis limitaciones. Con lo que soy y lo que no soy. No es que antes no lo supiera o no me conociera bien; es que no lo aceptaba, que es distinto.

Tantos años boicoteándome. Me revolvía contra mí misma por no encajar en esa imagen ideal que me había formado en mi cabeza, o por no ser lo que pensaba que los demás esperaban de mí; por no llegar a esas metas tan fascinantes sobre el papel pero tan poco ajustadas a mi persona y a mi realidad;  o por no dar la talla en esa idea de mujer que la sociedad nos proyecta a cada minuto.

Ese mejunje entre lo que la sociedad proyecta, lo que tu entorno parece reclamarte (aunque solo sea una percepción tuya) y lo que tú deseas, es la perfecta locura: Debes ser atractiva, sexy, delgada, estilosa, agradable, divertida, joven (o aparentarlo); además, como cualquier mujer de su tiempo, tú quieres trabajar o desarrollar una carrera profesional más o menos exitosa. Y casi sin darte cuenta, llega un momento en que también te conviertes en mamá (de tres tigres, en mi caso) con los que quieres hacerlo requetebién para que te salgan unos niños también perfectos, cariñosos, responsables, inteligentes, bilingües, creativos y educados en valores. Pobrecitos míos.

Leer más

El mes de los comienzos

Jardin-con-butaca_splash_arno_bajaA finales de julio me fui de aquí sin avisar, sin despedirme. Fatal. No fue algo premeditado, pensé que durante agosto encontraría momentos para escribir en el blog, al menos un par de posts, pero no. Me rendí a la pereza de las vacaciones, a los no-planes, a aceptar la lentitud desesperante del wifi en el rincón de la sierra donde nos perdimos.

Este verano no puedo decir que haya conseguido desconectar del todo ya que debido al Concurso indie de Amazon al que he presentado El mapa de mi piel, debía estar en redes promocionándolo día sí, día también, pero he hecho lo que he podido. Para mí las vacaciones son una época de reflexión, “reseteo” y recuperación de energías de cara al nuevo curso.

Me llevo mi libreta, busco mis rincones o mis momentos a solas, y apunto lo que quisiera hacer los próximos meses, lo que me gustaría lograr a nivel personal y profesional, lo que debo mejorar. Apunto cientos de ideas, buenas, malas, flipantes. Idas de olla también, que soy muy de eso yo. Cuando las releo, me pregunto en qué estaría pensando (y no, no consumo psicotrópicos).

Leer más

Mujer, esposa, madre ¿el orden de los factores, altera el producto?

Mujer, esposa, madreNo debería, pero en mi caso, creo que sí. Ha habido etapas de mi vida en las que me he sentido más esposa (o pareja, da igual), en otras me he sentido más madre; y más recientemente, predomina el sentimiento de ser mujer o simplemente, el poner más atención en mí misma.

Lo realmente sano y saludable sería que no predominara ninguno, que convivieran todos en buen equilibrio y armonía: siempre necesitas un espacio para ti, necesitas un espacio con tu pareja, y estar ahí cuando tus hijos te necesitan, que ahora ya es mucho menos.

Lo que ocurre es que todo esto no es tan fácil de gestionar cuando entra en juego la vida cotidiana, las obligaciones, nuestras responsabilidades –las que tenemos y las que nos cargamos a la espalda– y nuestros sentimientos de culpa. Todo cuenta para inclinar la balanza a un lado u otro. Y, en mi caso, el primer sombrero que me solía quitar sin ningún problema era el de mis propios intereses y aficiones. Y la verdad es que, si soy sincera conmigo misma, no tengo esa sensación de haberme perdido nada. ¿Podría haber hecho cosas que me apetecían más? ¿Podría no haber dejado de lado aficiones que tenía, como escribir? Seguro que sí, pero no lo considero una renuncia. Fue una elección. Tenía suficiente con dedicarme a mi trabajo, mis hijos y mi pareja. 

Leer más