Hoy es el Día Mundial contra el Cáncer de Mama. El día del lazo rosa, convertido en estandarte femenino y curvilíneo de esta lucha. Como todas estas efemérides, tiene sus luces y sus sombras. Es excusa para las campañas de márketing social –algunas más oportunistas que otras, algunas más acertadas que otras–, para gestos exagerados, pero también para concienciar de verdad, movilizarnos y hacer más visible la lucha contra esta enfermedad. Todo es bueno y necesario. Sobre todo, es un día para vocear aquello que deberíamos interiorizar todos como “mantras”:
- La prevención y el diagnóstico precoz es vida. Y esto es responsabilidad nuestra, de las mujeres.
- La esperanza de vida con el cáncer de mama aumenta año tras año. Los logros de la investigación ha conseguido que haya cada vez menos casos, mejores tratamientos, más personalizados.
- La forma más útil de colaborar contra el cáncer de mama es haciendo donaciones que contribuyan a la investigación.
Cuando le daba vueltas a la historia de Celia de “El mapa de mi piel”, mi idea de la enfermedad era muy superficial. Mi madre lo había padecido hacía 25 años, demasiado tiempo para acordarme con detalle. Y en aquel momento, no se hablaba tanto de ello, era casi vergonzoso, y daba mucho miedo. Empecé a documentarme, a leer y conocer lo que hace la AECC y GEPAC (Grupo Español de pacientes con cáncer), a hablar con diversas personas —oncólogos, psicooncólogas—, a intentar entender todo lo que pasa por esas mujeres y sus familias antes, durante y después del tratamiento. He aprendido muchísimo de lo que supone esta enfermedad en la vida de las mujeres.
Tal y como explico en los agradecimientos de la novela, una de mis principales fuentes de documentación fueron los blogs de mujeres enfermas o supervivientes que cuentan su experiencia, sus miedos y esperanzas con tal sinceridad, que te emocionas con cada párrafo. Aunque algunas han dejado de actualizar sus blogs, sus testimonios y experiencias continúan siendo consuelo y guía a muchas otras que empiezan a pasar por lo mismo. Sin ellas, me hubiera sido más difícil contar la historia de una superviviente como Celia.
Son muchas, pero menciono algunas especiales como la canaria Mayte Mederos de «Avatares de una amazona», Mei de «Teta Rota», una joven ilustradora con mucho sentido del humor ; «Te prometo que me voy a poner bien», de la valiente y optimista Olga; «Gotas de agua dulce», de Gurutze, una joven mamá muy sensible y sabia; «Adiós lolas, adiós», de la divertida y peleona Estefanía; «La batalla de mi vida», de Tatiana, y por último, un blog que casi es una revista en sí misma por lo cuidada y lo variado de sus temas: «Con Cáncer y Estupenda. Belleza, bienestar y estilo de vida en el cáncer de mama» de María Zavala, que trata muchos temas de una forma muy positiva y natural.
Además de ellas, también menciono un proyecto que inspiró la parte de la exposición de fotografía: «Costuras a flor de piel», una exposición que está recorriendo numerosas ciudades españolas con imágenes de 28 mujeres supervivientes que se desnudan para mostrarnos las cicatrices que las han hecho más fuertes, si cabe. Porque quieren demostrar que el cáncer no es sinónimo de muerte. Que cada vez hay más esperanza de vida. Una vida plena. Es emocionante escucharlas contar cómo lo vivieron y cómo se sienten un tiempo después: «Ahora estoy más que mejor. Súper perfecta», dice Paz en el vídeo que sirve de muestra para la exposición.
Hace apenas un mes conocí otra iniciativa preciosa, «Únicas y valientes», promovida en Cádiz por el fotógrafo Antonio González, que me tocó de lleno porque retrata a mujeres que no sólo muestran sin tapujos sus cicatrices con todo su optimismo por delante, sino que también exhiben sus tatuajes como restos de una batalla ganada. Como Celia y su enredadera tatuada en torno a esa cicatriz que le quedó en el pecho reconstruido. Una enredadera que simboliza la vida.
Proyectos como el de Antonio González y el de Costuras.org también son importantes para devolverle a las mujeres su autoestima, la confianza en ellas mismas, en su identidad y feminidad, a pesar del cáncer. Y para que la sociedad entera, sea un espejo en el que se vean y se sientan arropadas.
Más allá de grandes gestos, la batalla contra el cáncer se libra en dos frentes: el del diagnóstico precoz y el de la investigación.
La forma más útil y efectiva de luchar contra el cáncer es donar dinero para la investigación.
¡Apúntate a mi newsletter!
Te contaré una vez al mes historias de amor a los libros,
a la cultura, a la vida.
¡No te pierdas nada!
¡Te has suscrito bien! Confirma tu suscripción en el correo que te acaba de llegar.