Las canciones de mi vida (I)

Todos guardamos una lista de canciones memorables, esas que sonaron en momentos significativos de nuestra vida y se han quedado ahí, en el almacén de la memoria más duradera, la que nos acompaña hasta el final. La primera fiesta de nuestra adolescencia en la que bailamos con el “chico que nos gustaba”, un concierto de rock de uno de tus cantantes favoritos, una noche en blanco en casa de una amiga, lo que sonaba en aquel coche en que nos perdimos un verano por Asturias,  la canción de nuestro desamor, y la del siguiente amor, y las muchas que escuchaste a a solas en tu cuarto, y la de alguna que otra decepción… ¡hay tantas!

He dedicado un buen rato a bucear por Spotify y Youtube en busca de aquellas canciones que formaron parte de mi primera juventud y que todavía hoy cuando las escucho, me traen imágenes y sensaciones de entonces. Ese es el gran poder de la música, parecido al de esos olores que nos trasladan, como en un tobogán, hacia un momento de nuestro pasado.

África, de Toto

La asocio a un verano precioso de mis quince o dieciséis años en el pueblo, cuando cada tarde nos reuníamos la pandilla en casa de mi amiga Mamen a escuchar música y hablar, todos desperdigados por el suelo,  y esta canción sonando una y otra vez.

Y de esos años, la primera canción lenta que bailé con un chico en una fiesta: All out of love, de Air Supply. Yo, tensa como un palo. Muerta de vergüenza. Ahora puede sonar empalagosa, pero en aquellos momentos, nos parecía de lo más romántica. 

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Cáncer de mama, la lucha de todas y de todos

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Hoy es el Día Mundial contra el Cáncer de Mama. El día del lazo rosa, convertido en estandarte femenino y curvilíneo de esta lucha. Como todas estas efemérides, tiene sus luces y sus sombras. Es excusa para las campañas de márketing social –algunas más oportunistas que otras, algunas más acertadas que otras–, para gestos exagerados, pero también para concienciar de verdad, movilizarnos y hacer más visible la lucha contra esta enfermedad. Todo es bueno y necesario. Sobre todo, es un día para vocear aquello que deberíamos interiorizar todos como “mantras”:

  • La prevención y el diagnóstico precoz es vida. Y esto es responsabilidad nuestra, de las mujeres.
  • La esperanza de vida con el cáncer de mama aumenta año tras año. Los logros de la investigación ha conseguido que haya cada vez menos casos, mejores tratamientos, más personalizados.
  • La forma más útil de colaborar contra el cáncer de mama es haciendo donaciones que contribuyan a la investigación.

Cuando le daba vueltas a la historia de Celia de “El mapa de mi piel”, mi idea de la enfermedad era muy superficial. Mi madre lo había padecido hacía 25 años, demasiado tiempo para acordarme con detalle.  Y en aquel momento, no se hablaba tanto de ello, era casi vergonzoso, y daba mucho miedo. Empecé a documentarme, a leer y conocer lo que hace  la AECCGEPAC (Grupo Español de pacientes con cáncer), a hablar con diversas personas —oncólogos, psicooncólogas—, a intentar entender todo lo que pasa por esas mujeres y sus familias antes, durante y después del tratamiento. He aprendido muchísimo de lo que supone esta enfermedad en la vida de las mujeres.

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¿Quién dice que las mujeres casadas no hablamos de amor?

Quién dice que las mujeres casadas no hablamos de amor

Hay un tipo de novelas de amor que a mí me gusta especialmente: las historias de segundas oportunidades. O el redescubrir y enamorarte de alguien que ya conocías. Y dentro de estas, me encantan unas que son casi rarezas porque las protagonizan una pareja estable o un matrimonio.  Son rarezas porque aunque el matrimonio (o similar; a mí me valen alternativas menos convencionales) es el ansiado broche feliz de cualquier novela romántica que se precie, parece ser que lo que ocurre diez, quince o veinte años después, no nos interesa demasiado como lectoras. No queremos leer ni hablar mucho de eso. Será porque ya no está la emoción del periodo de enamoramiento, ni las mariposas en el estómago, ni la sensualidad, ni el deseo sexual constante e irresistible, como ocurre en las historias románticas habituales. Lo que sí está es la vida real, el día a día, las preocupaciones de cada uno, los niños/adolescentes, el trabajo, los conflictos normales de la convivencia en  pareja.

Hablando sobre esto y otras ideas variopintas para novelas, una amiga me dijo: “es que no quiero leer sobre lo que tengo en casa; quiero volver a enamorarme en cada historia que leo, volver a vivir esa emoción”. Porque en su matrimonio no siente ya esa emoción del principio. Lo normal, vamos. Las relaciones cambian y evolucionan en igual medida que evolucionamos nosotros como personas. Con el paso de los años, cambia lo que le pedimos a nuestra pareja, a nuestra relación, a nuestra idea de “felicidad individual” y “felicidad conyugal”. Y menos mal. Sin embargo, creo que siempre debe haber unas bases sólidas e inamovibles a las que aferrarse cuando la cosa se tambalea: que siga existiendo amor, atracción, respeto y ganas de esforzarse un poco para solucionar desajustes y desencuentros. Sin eso, apaga y vámonos.

Esto me hizo recordar un par de libros de amor que me gustaron mucho en su día: uno era “Las mujeres casadas no hablan de amor”, de Melanie Gideon, y el otro “Mírame a los ojos”, de Sarah Pekkanen. Son muy distintos pero ambos tienen en común historias de amor contemporáneas de parejas ya casadas, que por una razón u otra, viven un momento de conflicto, de distanciamiento. 

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Aprendizajes del Concurso de Autores Indie 2016 de Amazon

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Ya, ya. Esta no es una entrada propia de mi blog pero permitidme si me tomo la libertad de cerrar así mi participación en el Concurso de Autores Indie 2016 de Amazon.

Esta semana hemos conocido las novelas finalistas a esta 3ª edición del concurso organizado por Amazon en colaboración con el diario El Mundo. Cinco novelas escritas por cinco mujeres; algo curioso, cuando menos.  Tres autoras españolas y dos autoras latinoamericanas (sí, el concurso es de ámbito hispanoamericano).

Así pues, ahora que ya ha finalizado para la mayoría de nosotros el concurso, he intentado hacer un ejercicio de recopilación de aprendizajes, consejos o reflexiones mías y de otros compañeros que han participado, por si sirve de algo a aspirantes de próximas ediciones.

El previo: afila tus herramientas…

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Inspiraciones para una portada

En cualquier libro, pero sobre todo en estos tiempos de sobreabundancia de publicación, la portada (o cubierta, que sería el término correcto) es casi lo más importante para destacar entre la inmensa oferta de títulos y llamar la atención de un posible lector/a, sobre todo si eres una auténtica desconocida, como es mi caso.  El primer impulso de compra de un libro llega de la portada.

Además, si tu librería va a estar online (Amazon, por ejemplo), ya ni te cuento: tu novela la verán, si es que la ven, entre otras mil, en la pantalla del ordenador en el mejor de los casos, o de móvil, en el peor, y al tamaño de tu pulgar.

Así que la portada tiene que ser la bomba: llamativa, atractiva, original, sugerente, con aspecto profesional…  En fin. Es muy complicado. O me lo parece a mí, que no me dedico a eso aunque me guste meter baza como autora/madre de la criatura. Por eso creo que debe hacerla siempre un profesional. Es una inversión que  merece la pena.

Crear la portada de “El mapa de mi piel”  nos dio muchos quebraderos de cabeza, sobre todo a mí, que tenía una idea concreta en mi cabeza que mi diseñador (mi santo, porque lo es) no terminaba de ver. Él me decía que mi idea no funcionaba en el formato de una cubierta y me presentó varias alternativas que a mí no me encajaban para nada.

Y yo, erre que erre. Seguía insistiendo en mi idea, que cada vez era algo más difusa (o confusa, abstracta, inviable, según él). Cada día le bombardeaba el correo con fotos, imágenes, dibujos o lo que fuera que me pareciera inspirador para su proceso creativo.
Imágenes como estas que he recopilado aquí, que me siguen pareciendo preciosas y sugerentes.


Quería piel, flores –en realidad, confieso que quería el tatuaje de una enredadera en el costado, como el que luce mi protagonista–, fuerza, positivismo.

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De apuntes, diarios y libretas de escritores

libretaslomoPoco antes del verano me encontré en el salón de mis padres un cuaderno de esos de colegio que hojeé por encima y cerré en cuanto me di cuenta de que había páginas enteras escritas con la letra de mi madre. Al verme con él en la mano, mi madre me dijo que era su diario de recuerdos. Que escribía un ratito cada día sobre lo que había hecho dos o tres días antes, porque se lo había recomendado su doctora como prevención contra la demencia senil o el Alzheimer. En mi familia, la memoria es un asunto delicado. En su cumpleaños le regalé una libreta preciosa de la firma Paperblank en las que da gusto escribir. Al menos, a mí.

Me encantan las libretas. Toda mi vida he tenido una cerca. La primera fue a los nueve años, un diario en piel verde que me regalaron por mi comunión y donde empecé a escribir con una constancia que asusta a esa edad, hasta los diecisiete años. Supongo que en esa época los diarios son el diálogo que mantienes contigo misma en la construcción de tu identidad. Los he releído no hace mucho y  me asombré de ver la evolución desde aquellos pensamientos infantiles tan ingenuos y sencillos, a los más enrevesados, maduros e íntimos de la adolescencia.

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El mes de los comienzos

Jardin-con-butaca_splash_arno_bajaA finales de julio me fui de aquí sin avisar, sin despedirme. Fatal. No fue algo premeditado, pensé que durante agosto encontraría momentos para escribir en el blog, al menos un par de posts, pero no. Me rendí a la pereza de las vacaciones, a los no-planes, a aceptar la lentitud desesperante del wifi en el rincón de la sierra donde nos perdimos.

Este verano no puedo decir que haya conseguido desconectar del todo ya que debido al Concurso indie de Amazon al que he presentado El mapa de mi piel, debía estar en redes promocionándolo día sí, día también, pero he hecho lo que he podido. Para mí las vacaciones son una época de reflexión, “reseteo” y recuperación de energías de cara al nuevo curso.

Me llevo mi libreta, busco mis rincones o mis momentos a solas, y apunto lo que quisiera hacer los próximos meses, lo que me gustaría lograr a nivel personal y profesional, lo que debo mejorar. Apunto cientos de ideas, buenas, malas, flipantes. Idas de olla también, que soy muy de eso yo. Cuando las releo, me pregunto en qué estaría pensando (y no, no consumo psicotrópicos).

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