¿Qué hace una mujer como tú (es decir, más o menos leída, peleona dialéctica de causas perdidas y defensora de planteamientos feministas) escribiendo novela romántica? Cuando me sueltan algo así —de una forma más o menos solapada, sibilina—, me vienen a la boca tres posibles respuestas (además de sapos y culebras):
- La borde: escribo lo que me sale de los ovarios.
- La políticamente correcta: es un género que me gusta leer, y disfruto escribiendo historias de amor. ¿Tú has leído alguna, por cierto?
- La racional: Ni idea. Y para eso es este post. Confieso que a veces me he hecho yo misma esta pregunta, así que declaro éste un post de “autoentendimiento”, que tampoco me viene mal.
Algunas de las personas —hombres, la mayoría— que me preguntan que por qué escribo novelas de este género, no han leído en su vida una sola novela romántica y sus argumentos contra ellas tienen poco que ver con la crítica feminista. Simplemente, les parece un tipo de novela cursi, simplona, empalagosa, propia de mujeres que sueñan con un tipo de amor que no es real. (He buscado romántico/a en el diccionario de la RAE y ojo a su definición: sentimental, generoso y soñador. ¿Generoso? ¿Soñador? )
Otras personas sí esgrimen argumentos feministas a tener en cuenta:
son novelas que ponen el amor y/o el matrimonio como única razón/propósito vital de una mujer; muestran a la mujer (y al hombre, entiendo) como un ser humano “incompleto” sin el otro (o la otra); proclaman el amor en pareja como una unión sublime, salvadora y eterna (el imprescindible: … fueron felices y comieron perdices por siempre jamás, broche de oro de cualquier novela de amor que se precie), y a menudo, implican un sentimiento de “posesión” del otro/otra.
Además, el feminismo también denuncia que perpetúan la desigualdad entre sexos en la medida en que en esas novelas el hombre asume el rol dominante y la mujer es la parte débil o vulnerable, a la que hay que proteger (me refiero a las historias románticas heterosexuales; en las homosexuales esta última premisa supongo que desaparece o cambia).