Terminaba el 2018 diciendo que mi mejor lectura del año había sido “Reunión en el restaurante Nostalgia”, de la escritora estadounidense Anne Tyler. Un retrato de la vida de una mujer y sus tres hijos a los cuales, sacó adelante sin el marido que la abandonó cuando todavía eran pequeños, a mediados del siglo pasado. Palabra a palabra, voz a voz, la novela profundiza en los conflictos familiares de cada miembro, sus rivalidades, sus sueños, pero sobre todo, las relaciones que mantienen con la madre autoritaria y también entre ellos mismos.
No era el primer libro que leía de esta autora tan reconocida en su país, ganadora de un premio Pulitzer por otra de sus obras, “Ejercicios respiratorios”, aunque tal vez la obra que más os suene de ella sea “El turista accidental”, que fue llevada al cine e interpretada por William Hurt. En “Reunión en el restaurante Nostalgia”, Anne Tyler vuelve a uno de los temas sobre el que siempre giran sus novelas. Al menos las que yo he leído: las relaciones familiares, las del amor en una pareja al cabo del tiempo, la de los padres con sus hijos, las relaciones entre hermanos. Esos micro universos que son las familias, con sus eternos conflictos internos, y que dan para tantas historias. A mí me resultan tan fascinantes de leer como imagino que a ella escribirlos.
La novela arranca con el personaje de la madre, Pearl, en sus últimos días. Ya anciana y casi ciega, esta mujer decidida, orgullosa y de fuerte carácter, rememora los principales acontecimientos de su vida centrada en sus hijos, esos hijos que fueron siempre su máxima preocupación (aunque tal vez no supiera demostrárselo), y a los que dedicó todo su esfuerzo.
Llevaba varios años obsesionada con la muerte, pero nunca se le había ocurrido pensar en un aspecto: al morir no ves cómo acaba todo. Las preguntas que te has hecho quedarán para siempre sin respuesta. ¿Sentará la cabeza este hijo mío? ¿Aprenderá a ser más feliz el otro? ¿Descubriré algún día qué significó tal o cual cosa?
El pequeño-gran universo de los conflictos familiares
A través de su relato, conoceremos la visión que ella tiene de Cody, el mayor y más rebelde; del tímido y conciliador Ezra; de la pequeña y despreocupada Jenny. Y esa visión, no estará edulcorada ni será especialmente benevolente con ellos o con sus defectos. Por su forma de ser, Pearl tampoco hace demasiada autocrítica sobre su papel como madre; creo que su orgullo no se lo permite.
A todos sus hijos les pasaba algo. Era frustrante; los tres eran atractivos y afables, pero la excluían de un modo perverso que no acababa de entender. Y percibía en la vida de cada uno una especie de defecto de fabricación. Cody era propenso a los ataques de furia irracionales; Jenny, demasiado frívola y Ezra no había sabido sacar partido a su potencial. (Llevaba un restaurante en Saint Paul Street, lo que no estaba a la altura de lo que se esperaba de él). Se preguntó si sus hijos la culpaban de algo.
Y esa es la pregunta a la que creo que intenta responder toda la novela: de qué la culpan sus hijos que, en la hora de su muerte, no vienen a verla. Solo Ezra, el bueno de Ezra, está a su lado. Pero en Ezra era previsible; en cierto modo, y aunque parezca su favorito, es el que más la ha decepcionado.
¿No es este un gran tema en cualquier familia? Las decepciones de los hijos, la culpabilidad de madres y padres por lo que creen que han hecho mal al ver que sus hijos no son como esperaban o no hacen lo que ellos piensan que deben hacer o no responden ni reconocen todos esos esfuerzos que hicimos por ellos. Eso es también lo que cree Pearl, lo mismo que han pensado o pensamos alguna vez miles de madres en el mundo ante nuestros hijos, sin aceptar que son personas independientes y autónomas, con criterio propio y dueños de sus propias vidas.
El puzzle de las emociones
La realidad es que ni Cody ni Jenny están allí con ella. Qué les pasaba, ella no lo entendía. Esas preguntas u otras similares que nos hacemos las madres respecto a nuestros hijos, tan a menudo. Tras el relato de Pearl vendrán los de cada uno de sus hijos, y con ellos, iremos dándole forma, puliendo, modificando y colocando en su lugar los acontecimientos, las emociones y relaciones que mantienen entre todos. Un mismo hecho contado por Pearl, lo entenderemos distinto desde la perspectiva de Cody poco después y también lo podremos matizar posteriormente al conocer la versión de Ezra. O la de Jenny. Los celos, las rivalidades, la necesidad de reconocimiento de uno o la de distanciarse de otro. Todo está ahí. Y aquí, en nuestra propia casa.
Y ese puzzle que tan hábilmente compone la escritora, el de las vidas y emociones de esos personajes como piezas que se van moviendo o cambiando su lugar de encaje a medida que escuchamos sus voces, me ha parecido maravilloso. Tan real, y al mismo tiempo, tan narrativo. Tan cercano a la realidad de la compleja convivencia familiar. Supongo que por esa mirada tan clara y profunda al mismo tiempo, Tyler cuenta con tantos lectores en su país y en el mundo. Si tuviera que ponerle alguna pega, es ese final un tanto conciliador y dulce, después de tantas mareas afectivas.
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¿En serio? ¿Lo das todo por tus hijos, habiéndote abandonado tu marido, y cuando falleces, no van a verte? Wow.
Me has picado mucho la curiosidad. No he leído nada de la autora; solo conozco “El hilo azul” y tampoco lo he leído, por loq ue no puedo opinar de la pluma de la autora. Pero me ha encantado lo que cuentas y especialmente, las sensaciones que te ha sabido transmitir, así que lo anoto, cómo no,
Besos.
Así es como arranca la novela y es lo que da pie al resto del relato. Pero después te adentras en el detalle de las relaciones y al menos, entiendes a los personajes y sus razones, al margen de que te gusten o no. El final, desde mi punto de vista, es demasiado “conciliador”, pero eso ya es una opinión personal.
Gracias por pasarte por aquí!
Bss