Se las arregló para cambiarme mi mochila negra estampada de flores tropicales, por la suya rosa de corazones. Nunca entendí que prefiriera mi Barbie veterinaria a su Barbie princesa, ni que se empeñara en que nos prestáramos la ropa como si fuéramos hermanas. Así fue cómo ella se hizo, al final, con mi sudadera verde.
Decía que nos lo teníamos que intercambiar todo; todo menos los novios. En eso, ella se las apañaba sola, mientras que yo…
Un día conocí a Nacho, en la biblioteca. No era guapo, le quedaban marcas de acné en la cara y era delgaducho, pero tenía una sonrisa preciosa que asomaba tímidamente cada vez que se encontraban nuestras miradas. Un tiempo después me invitó al cine y a cenar en una hamburguesería de barrio. Nos besamos a oscuras en mi portal, eso fue otra noche.
Unas semanas después me dijo que estaba loco por mí y yo le confesé a mi amiga que también estaba loca por él, que era el chico más guapo y tierno del mundo. Ella se rio de mí: «Anda ya, no seas ñoña», me dijo.
Ayer Nacho rompió conmigo. Me dijo que lo perdonara, que no sabía cómo había ocurrido, que el amor era así de loco y se había enamorado de otra chica. La rabia y mis gritos se me desinflaron entre las lágrimas incontrolables, y lo único que acerté a decir era que me encantaba su mochila negra de flores tropicales y esa sudadera verde que llevaba anudada a la cintura, tan a juego.
(Dedicado a Miguel Ángel, por sus sabios consejos)
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Gracias por la dedicatoria. Bienvenida al mundo de la minificción.La verdad es que ha quedado muy chulo. Sigue insistiendo, a ver si te enganchas a eso del cuento mínimo
Ya estoy enganchada, por tu culpa! 😀