En cualquier libro, pero sobre todo en estos tiempos de sobreabundancia de publicación, la portada (o cubierta, que sería el término correcto) es casi lo más importante para destacar entre la inmensa oferta de títulos y llamar la atención de un posible lector/a, sobre todo si eres una auténtica desconocida, como es mi caso. El primer impulso de compra de un libro llega de la portada.
Además, si tu librería va a estar online (Amazon, por ejemplo), ya ni te cuento: tu novela la verán, si es que la ven, entre otras mil, en la pantalla del ordenador en el mejor de los casos, o de móvil, en el peor, y al tamaño de tu pulgar.
Así que la portada tiene que ser la bomba: llamativa, atractiva, original, sugerente, con aspecto profesional… En fin. Es muy complicado. O me lo parece a mí, que no me dedico a eso aunque me guste meter baza como autora/madre de la criatura. Por eso creo que debe hacerla siempre un profesional. Es una inversión que merece la pena.
Crear la portada de “El mapa de mi piel” nos dio muchos quebraderos de cabeza, sobre todo a mí, que tenía una idea concreta en mi cabeza que mi diseñador (mi santo, porque lo es) no terminaba de ver. Él me decía que mi idea no funcionaba en el formato de una cubierta y me presentó varias alternativas que a mí no me encajaban para nada.
Y yo, erre que erre. Seguía insistiendo en mi idea, que cada vez era algo más difusa (o confusa, abstracta, inviable, según él). Cada día le bombardeaba el correo con fotos, imágenes, dibujos o lo que fuera que me pareciera inspirador para su proceso creativo.
Imágenes como estas que he recopilado aquí, que me siguen pareciendo preciosas y sugerentes.
Quería piel, flores –en realidad, confieso que quería el tatuaje de una enredadera en el costado, como el que luce mi protagonista–, fuerza, positivismo.
A dos semanas de la publicación del libro, me presentó una portada que no estaba mal, aunque no me convencía del todo. A él le gustaba, que es el profesional, y a mi gente alrededor también les pareció muy bonita, así que claudiqué, un poco por hartazgo, un poco por vergüenza (a veces puedo ser muy cabezota).
Y aun así, seguí enviándole imágenes, ilustraciones, algún dibujo propio que me salió… Supongo que captó la indirecta y sin decirme nada, se puso a trabajar en otra última portada más.
A lo largo de ese mes, si no me tiró por la ventana varias veces fue porque tiene mucha paciencia (y debe quererme, a pesar de todo).
Por fin, cuando quedaban apenas una semana para publicar mi novela, él se sacó de la manga la portada que ya conocéis. Nada más verla, lo tuve claro. Para mí fue un flechazo, pero aún así, hice una encuesta rápida en redes para saber cuál gustaba más y… ¡voilà!
No sé cómo lo hizo pero consiguió reflejar aquí todo lo que yo quería (menos la enredadera en el costado pero ni falta que hace ¿verdad?)
¡Apúntate a mi newsletter!
Te contaré una vez al mes historias de amor a los libros,
a la cultura, a la vida.
¡No te pierdas nada!
¡Te has suscrito bien! Confirma tu suscripción en el correo que te acaba de llegar.
Está lindísima, me encanta ♥
Muchas gracias, Mariana!