(Inauguro nueva sección de viajes. Son lugares a los que he viajado y que aquí quiero mostrar a través de libros, pelis, música y algunas impresiones personales)
No hay que apagar la luz del otro
para lograr que brille la nuestra.
Gandhi
India es un país que no se deja recomendar porque genera pasiones y rechazos a partes iguales. Pasión por su cultura, su espiritualidad, su exotismo, su sensualidad. Rechazo a viajar para enfrentarse cara a cara con la miseria, la suciedad, la muerte como algo cotidiano. Y no. Me he cruzado con muchas personas que prefieren viajar a otros lugares menos sensibles, supongo. Sin embargo, si algo me llamó la atención allí es la fuerza de la vida, quizás por contraste con todo lo que ves como un “riesgo para la salud” con tus escandalizados ojos occidentales.
India tiene muchas Indias dentro. Si prefieres ver sólo la cara más suave, puedes recorrer determinadas áreas o regiones y conocer solo su cara más amable y colorista, como le pasó a una conocida que viajó al Rajastán, se adentró un poco en el Punjab, y volvió encantada.
De la India de los maharajás….
Precisamente allí, entre el Punjab y Rajastán, puedes rememorar la época gloriosa (o bochornosa, según se mire) de los maharajás, e imaginarte ser una Anita Delgado cualquiera, esa joven malagueña de diecisiete años cuya historia cuenta Javier Moro en su “Pasión India”. De Anita se quedó prendado un maharajá a principios del siglo XIX cuando vino a España invitado a la boda de Alfonso XIII, y no paró hasta que se casó con ella y se la llevó a su pequeño reino de Kaphurtala, en el corazón del actual Punjab. Suena a cuento chino o al típico cuento de hadas para románticas, pero fue verdad.
La novela, muy documentada, cuenta esa historia de amor en aquella India de majarahás, dueños de la vida y la muerte de sus súbditos, capaces de construir palacio como el Taj Majal de Agra por amor a su esposa favorita, de regalar un cofre lleno de joyas a una invitada extranjera, o de viajar a Europa con un séquito de treinta y cinco personas a su servicio. Y de fondo, las intrigas y traiciones palaciegas del resto de esposas del maharajá contra la advenediza española, el temor por el futuro de su hijo, la fricción entre la tradición y lo occidental, las delicadas relaciones con el régimen colonial británico y, finalmente, la renuncia a su estatus con el ascenso de Gandhi.
El rajá mantiene con los ingleses una relación de amor-odio. (…) Piensa que han perdido la memoria, (…) porque no quieren reconocer todo lo que la India les ha enseñado. (…) De ellos aprendieron hasta a hacer el amor, gracias a la inagotable fuente de prácticas sexuales del Kamasutra. (…) A ellas [las mujeres indias] les parecía que los ingleses no sabían hacer el amor, que lo hacían a lo bruto y precipitadamente, no como los jóvenes indios que conocían las mil maneras de prolongar el juego amoroso y los placeres del coito.
Anita Delgado, Prem Kaur, levantó la admiración de todos aquellos hombres, subyugados por su belleza, su gracia y su simpatía. Se codeó con muchos maharajás, como el de Cachemira, un territorio “bello como el paraíso”, o los de Jaipur y de Udaipur, en el corazón del Rajastán, dos ciudades que aún hoy conservan restos del esplendor de aquella época: el Palacio de los Vientos en Jaipur es una maravilla arquitectónica y el palacio del maharahá de Udaipur, en medio del lago, hoy se ha convertido en un bonito hotel de lujo.
Dieciocho años duró la historia de amor de Anita en la India, que terminó con un final no feliz aunque inevitable: ella regresó a España cuando el maharajá, encaprichado de alguna otra mujer, se divorció de ella por haber mantenido un amor prohibido (que no voy a desvelar aquí).
En ese mismo libro, Javier Moro cuenta un pequeño episodio relacionado con el Satí, o rito de inmolación de las esposas viudas en India. Hay una película preciosa sobre este mundo de las viudas en India que recomiendo a quienes les interese este país: se titula Water de Deepa Mehta.
Es la historia de una niña que enviuda con apenas diez años y crece recluida en una casa de retiro para viudas de Benarés, hasta que conoce a un joven del que se enamora. Cuando la vi, tuve una época en la que cada mañana de camino al trabajo escuchaba su banda sonora, espectacular.
… A la India de la gente corriente
Si volvemos a una época algo más actual, un libro que me encantó fue “Un buen partido”, del autor indio Vikram Seth. La novela retrata otra India, la de los años 50, a través de la vida de tres familias de clase media o alta, enlazadas entre sí: los Mehra, los Kapoor, los Khan y los Chatterji. La historia arranca con la boda de la hermana de Lata Mehra, una joven que se debate entre la tradición y la modernidad, y en quien recae desde ese momento la obsesión de su madre por encontrarle un marido, “un buen partido”. Algo a lo que ella no se atreve a oponerse.
—Y –prosiguió Lata–, tal y como mis tías me han recordado cinco veces durante la última hora, yo tampoco tengo la piel clara, por lo que me será imposible encontrar un buen partido.
Los matrimonios convenidos, el choque entre generaciones, las relaciones entre hombres y mujeres, las aspiraciones familiares, el respeto a la tradición… todo se entreteje a través de unos personajes que participan de la vida política, social y literaria de la India recién salida de la independencia y de su escisión de Pakistán.
Los que saben dicen que es dickensiana porque pretende abarcar todos los aspectos de la vida cotidiana por donde pasan personajes de todo tipo: desde intocables, a médicos, profesores de universidad, campesinos, jueces, mujeres más liberales y mujeres más ancladas en los valores tradicionales hindúes, escritores… Y en ese discurrir de la vida, Lata deberá elegir entre tres pretendientes: el apuesto Kabir, el dinámico Haresh y el soñador Amit.
No tiene nada que ver con “Un buen partido” pero todo este mundo de los matrimonios convenidos, de la tensión entre la tradición y la modernidad, de la sensualidad, está muy bien retratado en la comedia romántica “La Boda del Monzón”, una película de la cineasta india Mira Nair, que “occidentalizó” una historia que podía haber sido perfectamente de la factoría “bollywood”: enredos, amor y bailes ambientada en la ciudad más moderna de India, Nueva Delhi.
Y eso es todo. Como véis, me encanta la India y podría hablar de otros autores indios o de autores extranjeros que escriben sobre la India que he leído y me gustan, pero este post sería entonces eteeeeerno.
Si queréis completar algo, añadir algún libro, película o música que os haya gustado, ¡será un placer!
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