“Una pasión escrita”, el Madrid de las literatas, la prensa y las tertulias de café

En unos días se publicará mi nueva novela, Una pasión escrita. Con ella vuelvo al siglo XIX, a esos primeros años de la Restauración monárquica en aquella España de claroscuros que vive en permanente conflicto contra sí misma y que daría para muchas más historias, estoy segura.

En Una pasión escrita recupero dos temas que me apasionan y cuya documentación me guardé mientras escribía “Un destino propio“: las mujeres literatas de la época y la prensa en la década de 1880, cuando los diarios políticos y personalistas dejaron paso a los llamados periódicos de masas que se regían por criterios más profesionales. (Todo lo que no estudié de la asignatura Historia del Periodismo Español en mis años de facultad, lo he estudiado y disfrutado ahora, mientras escribía esta novela).

El escenario es ese Madrid de entre 1879 y 1885 que bulle en las tertulias de cafés y de tabernas, que tiene en el Ateneo su referencia cultural y en los periódicos sus motivos de disputa política. Es el Madrid que se divierte en los salones particulares, en los teatros y en las verbenas, y que se expande en los nuevos ensanches urbanísticos a costa de la mano de obra emigrante del campo a la ciudad en busca de un futuro mejor.

Una historia de amor entre tipos y letras

En ese Madrid en el que la élite política, económica y social decide los designios del país, arranca la historia de amor entre Victoria Velarde, una joven aristócrata con inquietudes literarias, recién llegada de una larga estancia en Viena, y de Diego Lebrija, miembro de una modesta imprenta familiar en Lavapiés, cuya aspiración es trabajar en alguno de los periódicos que se publicaban en aquel entonces en la capital.

Tal vez sus caminos nunca se hubieran cruzado si no hubieran compartido esa pasión por las letras a las que ambos pretenden dedicarse con mayor o menor fortuna. Ninguno de los dos lo tendrá fácil, aunque por razones muy distintas: en el caso de Diego, esas dificultades le vienen de sus orígenes humildes —no era fácil hacerse un hueco en una profesión dominada por señores con la vida más o menos resuelta gracias a su apellido o a su patrimonio familiar— y de sus principios éticos, forjados en los ideales de la Institución Libre de Enseñanza; por su parte, Victoria deberá aprender a navegar las procelosas aguas del menosprecio masculino y del escarnio social que acechaba a todas esas mujeres con aspiraciones literarias e intelectuales que osaban desafiar la moral y las buenas costumbres con iguales dosis de determinación y humildad.

En el transcurso de la historia de amor entre Victoria y Diego, con sus encuentros y desencuentros, la novela habla también de situación política y social del momento, las dificultades de las literatas para publicar, los nuevos aires que soplaban sobre el periodismo español, la pobreza, el hambre y  las eternas corruptelas en cualquier ámbito de la vida, especialmente si tenía que ver con una de las compañías más poderosas del momento en España: los Rothschild.

De Un destino propio a Una pasión escrita

Para quienes os preguntéis si esta novela es la continuación de Un destino propio, la respuesta es no, aunque no son ajenas del todo una a la otra. Victoria Velarde, mi protagonista femenina de Una pasión escrita ya aparecía en Un destino propio. No sé si la recordaréis: era la amiga de Micaela en la Asociación para la Enseñanza de la Mujer que deseaba ser periodista y ya entonces, cuando apenas era un personaje muy secundario, empecé a imaginar su historia. Ambas novelas se desarrollan en la misma época, comparten algún escenario de Madrid y Micaela aparece en algún capítulo dentro de esta novela, pero tanto Victoria como Diego viven su propia historia de amor.

Una pasión escrita está a la venta en librerías y en las plataformas digitales.

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